Me van a perdonar ustedes, pero hoy voy a permitirme estar melancólico, taciturno, alicaído, sombrío, quizás algo apesadumbrado, pero, sobre todo, nostálgico.
Y es que hoy me siento, más que nunca, de la vieja escuela.
Me van a perdonar ustedes, pero hoy voy a permitirme estar melancólico, taciturno, alicaído, sombrío, quizás algo apesadumbrado, pero, sobre todo, nostálgico.
Y es que hoy me siento, más que nunca, de la vieja escuela.
Muchos de los que me conocen a estas alturas lo que voy a confesarles no les supondrá ninguna novedad, ni se llevarán sorpresa alguna, ni descubrirán nuevos matices de mi poliédrica manera de ver el mundo, o al menos eso creo.
Verán, la realidad es que me gusta desmontar cosas. Aunque la mayoría de las veces sepa fehacientemente que no debería hacerlo alguna especie de fuerza metahumana que surge de un oscuro rincón de mi ser me empuja a ello en cuanto se me presenta la más mínima ocasión.
Puede ser que un buen día sin saber cómo ni porqué me vea desmontando una bicicleta, o una cafetera de diseño, o un reloj, o un ordenador, o una cámara de fotos, o una instalación de calefacción, o un teléfono móvil…
Y no me refiero a abrir y contemplarle las tripas al desdichado aparato que sea. No.
Me refiero a desmontarlo en toda regla y en el sentido más amplio de la palabra. Llegar a sus componentes más básicos a ver si de esa manera entiendo cómo funciona el conjunto de todo.
No creo que haga falta que les diga que posiblemente emplee este blog para desmontar el mundo y, en el fondo, a mí mismo.
Lo malo de desmontar cosas es que no siempre es fácil volver a montarlas.
Sigamos con Tokyo. Read More
La vida es, en general, una cosa muy loca.
Desde los cada vez más lejanos tiempos en los que fui un imberbe estudiante de BUP – para los más jóvenes, era una cosa en la que hasta los de ciencias estudiábamos latín, literatura y filosofía… otro día les cuento de qué iban esas asignaturas- siempre me fascinó el principio de incertidumbre de Heisenberg… ay, perdón, de este otro Heisenberg. Este principio dice, así, a lo bestia, que cuanto más sepamos de la velocidad de una partícula menos exactamente conoceremos su posición. O lo que es lo mismo, que no se puede determinar con exactitud la velocidad y la posición de esa endemoniada partícula pues cuanto más sabemos de una, más desconocemos la otra.
Incertidumbre.
Vámonos a Tokyo.
Verán, he de confesarles que últimamente no ando yo muy iluminado y que los días se me pasan sin encontrar un motivo -ni tiempo, la verdad- para ponerme a teclear en este rincón de la red de redes. Será que estoy otoñal o que me ha abandonado la inspiración, o las dos cosas o qué se yo qué será.
El caso es que el otro día por azares del destino tuve que ir a San Benito y me encontré frente a frente y cámara en mano con un moribundo que espera su humillante final: el otrora fornido y apuesto Mercado del Val de Valladolid.
Un soneto me manda hacer Violante | que en mi vida me he visto en tanto aprieto … y una entrada con motivo de que hoy, por alguna causa desconocida, es el primer lunes de octubre y, por tanto, el Día Internacional de la Arquitectura me manda hacer Kike. Alma mater de Pechakucha Valladolid, de un extraño grupo de facebook y hasta de un blog. No se me puede poner un charco así de hermoso y esperar que no me tire de bruces a él. Aunque deba medir con precisión el número máximo de palabras: quinientas. Bueno, ya serán algunas más…
Como muchos de ustedes saben un buitre es lo que viene a ser un pájaro grande. Muy grande. Y, además, carroñero. En Monfragüe hay muchos y Monfragüe está en ese pedazo de tierra ignota que es Extremadura.
Por otro lado, el autor de este blog tiene entre sus grupos de cabecera al cuarteto castúo liderado por Roberto Iniesta, Extremoduro.
De entre los cientos de citas gloriosas que, fruto de la ingesta masiva de drogas, salieron de la pluma del extremeño hay una que por ser verdad universal bien se merece ser el título de una entrada.
Y es que, se ponga como se ponga quien se ponga, un buitre no come alpiste.
Hablemos de calidad. Y, si me lo permiten, hasta de arte.
Hay cosas que me resultan muy curiosas.
Por ejemplo que desde que publiqué la primera entrada en luz10 este planeta en el que vivimos ha dado trescientas sesenta y cinco vueltas respecto a su eje y, pásmense, hemos recorrido todos juntos novecientos treinta millones de kilómetros dando una vuelta alrededor del Sol a unos ciento ocho mil kilómetros por hora.
Ayer por la noche estaba yo cruzando el puente de Jose Luis Arrese cuando, después de pensar brevemente en el horror que es la Cópula del Milenio, miré al frente y vi la luna.
Era una luna llena enorme, redonda como un queso. Una luna espléndida. Una luna plena de luna. Una luna que no podía ser más luna. Una luna magnífica.
Les voy a ser sincero, no tenía yo previsto salir esa noche a ningún sitio y mucho menos cruzar ese puente. Desde luego no pensaba en encontrarme esa luna y no tenía ni la más remota idea de que estaba contemplando la superluna más majestuosa que habrá hasta el año 2034.
Casualidades, supongo.
Volvamos a Japón en busca del sentido de la vida.
El pasado cuatro de Septiembre nos dejaba Giovanni, «Nani» Pinarello. El Señor Pinarello.
Ha muerto a la nada desdeñable edad de 92 años así que tampoco es cuestión de montar un dramón. Más bien es cuestión de realizar un pequeño homenaje a un hombre que construyó algunas de las más bellas bicicletas, cuando las bicicletas eran hermosas.
Un día les tendría que contar mi loca y peculiar manera de ver la vida. Creo que cada vez me voy alejando más de lo comunmente establecido y aceptado por la mayoría. Será que soy raro, supongo. O que tiendo a simplificar. Pero no empecemos divagando, eso será otro día y quizás en otro lugar poque en luz10 seguimos, por fin, viajando por Japón. Si en la entrada de Kyoto le robábamos el título a un libro de Le Corbusier, hoy hacemos lo propio con el de este hipnótico y caleidoscópico tumblr. -Al fondo de la sala un par de personas se llevan las manos a la cabeza- Compréndanlo y no se alarmen: hoy el periplo nipón llega al mar Interior de Seto, en concreto a la isla sagrada de Itsukushima a.k.a. Miyajima. Era una licencia necesaria. Read More