Quizás fotografío cuanto puedo para retener todo aquello que fue y ya no es. Atrapar el tiempo es la magia de la fotografía.
¿Pero qué pasa cuando hay que destruirlo todo y a pesar de ello conservar esa memoria?
Quizás fotografío cuanto puedo para retener todo aquello que fue y ya no es. Atrapar el tiempo es la magia de la fotografía.
¿Pero qué pasa cuando hay que destruirlo todo y a pesar de ello conservar esa memoria?
«Y si fuera mi vida una escalera, me la he pasado entera buscando el siguiente escalón. Convencido que estás en el tejado esperando a ver si llego yo.»
Eso lo escribió Roberto Iniesta. Yo, como no soy poeta sino juntaletras, diría que si fuera mi vida una escalera, ojalá fuera la escalera de la que les voy a hablar a continuación. Una escalera que, sin duda, lleva HACIA ARRIBA.
-¿Adónde van esas escaleras?
-Van… HACIA ARRIBA
[Los Cazafantasmas, 1984 · diálogo entre los Doctores Raymond Stantz y Peter Venkman]
Posiblemente dos películas de mi tierna infancia tengan la culpa de que hoy yo sea arquitecto – y no reniegue de ello-: el Coloso en Llamas y los Cazafantasmas.
Alvar Aalto era un pícaro y un ser pragmático.
Comencemos la entrada sin más preámbulos y abordemos con detalle ambos aspectos.
En Muuratsalo, claro.
A casi todos los que convivimos con un perro los fuegos artificiales y ejercicios de pirotecnia en general no nos gustan un pelo.
Se ha muerto Zaha Hadid y a mi no me ha dado ninguna pena -arquitectónicamente hablando, claro-.
No nos da risa el amor cuando llega a lo más hondo de su viaje, a lo más alto de su vuelo: en lo más hondo, en lo más alto, nos arranca gemidos y quejidos, voces del dolor, aunque sea jubiloso dolor, lo que pensándolo bien nada tiene de raro, porque nacer es una alegría que duele. Pequeña Muerte, llaman en Francia a la culminación del abrazo, que rompiéndonos nos junta y perdiéndonos nos encuentra y acabándonos nos empieza. Pequeña Muerte, la llaman; pero grande, muy grande ha de ser, si matándonos nos nace.
La pequeña Muerte (Eduardo Galeano)
Según Google Analytics la mayor parte de ustedes se acercan a este modesto rincón de Internet desde Valladolid, con lo cual no dudarán ni un momento de la verdad universal que encierra el título de esta entrada.
Lo dijo alguien de enorme importancia e influencia refiriéndose a este húmedo y gélido elemento tan inherentemente vallisoletano como el leísmo, el arrasar el patrimonio y la sequedad en el carácter así que no me quedó más remedio que pensar detenidamente en ello.
Hoy les voy a hablar de mujeres.
Verán, he de confesarles que últimamente no ando yo muy iluminado y que los días se me pasan sin encontrar un motivo -ni tiempo, la verdad- para ponerme a teclear en este rincón de la red de redes. Será que estoy otoñal o que me ha abandonado la inspiración, o las dos cosas o qué se yo qué será.
El caso es que el otro día por azares del destino tuve que ir a San Benito y me encontré frente a frente y cámara en mano con un moribundo que espera su humillante final: el otrora fornido y apuesto Mercado del Val de Valladolid.
Un soneto me manda hacer Violante | que en mi vida me he visto en tanto aprieto … y una entrada con motivo de que hoy, por alguna causa desconocida, es el primer lunes de octubre y, por tanto, el Día Internacional de la Arquitectura me manda hacer Kike. Alma mater de Pechakucha Valladolid, de un extraño grupo de facebook y hasta de un blog. No se me puede poner un charco así de hermoso y esperar que no me tire de bruces a él. Aunque deba medir con precisión el número máximo de palabras: quinientas. Bueno, ya serán algunas más…
¿Ustedes saben lo que es un cachopo?
No lo busquen en el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española pues sólo encontrarán una definición que a nadie le importa: 1. m. Tronco seco y hueco de árbol.
Verán, un cachopo es una demente invención de algún asturiano loco -valga la redundancia- y, a buen seguro, absolutamente cocido a sidrinas. Se trata de un endemoniado plato multicapa consistente en un filete gigante, un generoso estrato a modo de relleno de jamón y queso y otro filete gigante, todo ello empanado y frito formando una unidad aparentemente monolítica pero que guarda algo en su interior. Pura gasolina.
Posiblemente no haya nada menos japonés que un cachopo, salvo, quizás, una fabada. Pero vamos a hacer un breve receso en el periplo nipón. Hoy les quiero hablar de Arquitectura.