De alguna manera improbable se había terminado el invierno. Los días iban creciendo, el sol empezaba a calentar y la naturaleza se desbocaba en un estallido primaveral al son de los pájaros que hace unos años cantaban nuestra vuelta a casa y ahora lo hacen poco después de que nos levantemos, cuando empieza a clarear.
La vida, señores, no se para.
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