Existe una zona cercana a la misma raya con Portugal, entre las provincias de Zamora y Salamanca donde los inviernos son crudos, los veranos descarnados y sus gentes rocosas como el granito. Una tierra sin dobleces horadada lenta e inexorablemente por los ríos Duero y Tormes. Una tierra conquistada por encinas y carrascos, que huele a tomillo y a romero. Una tierra cuyo sonido es el croar de las ranas en las charcas y el canto de las chicharras en verano.
Una tierra donde lo que parece, lo es.
Pero no siempre.
A pocos kilómetros de Ledesma, siguiendo el cauce del rio Tormes que nace en Ávila, atraviesa Salamanca y lleva sus aguas por Zamora en dirección al Duero, está el pueblo de Almendra que da nombre a una de las obras de ingeniería más espectaculares que pueden contemplarse en el viejo continente: La Presa de Almendra, también llamada por las huestes del Caudillo inaugurapantanos, Salto de Villarino.
Sus números son de aúpa. Esta mole de 2.188.000 metros cúbicos de hormigón -unos cinco millones y medio de toneladas, vamos, lo normal- es la presa más alta de España con 202m y contiene uno de los embalses más extensos. Además gracias al ingenioso ingenio de los ingenieros quienes decidieron colocar las turbinas no en la base sino en Villarino, a unos 15 kilómetros al Oeste, este salto es uno de los más peculiares que existen ya que a la hora de generar energía eléctrica lo importante es la diferencia de cota entre la parte superior de la lámina de agua y el punto donde están las turbinas, habitualmente en la base de la presa.
Aquí, el agua discurre desde la parte inferior de la presa por un túnel de 7,5 metros de diámetro que cerca del mencionado pueblo se bifurca en dos de 5 metros de diámetro y éstos en sendos túneles de 2,8 metros de diámetro que terminan en los 4 bloques de turbinas encargados de generar la energía eléctrica. Con este truco del almendruco -note el avispado lector el inteligente juego de palabras con el nombre de la presa- se consigue el equivalente a un salto de agua de 410 metros. Para conseguir esa cota en un embalse convencional la lámina de agua habría inundado prácticamente las provincias de Salamanca y Zamora, así que eso que hemos ganado.
Pero no se vayan todavía, aún hay más. Aguas abajo, en el Duero, se encuentra el espectacular embalse de Aldeadávila – el cual será merecedor de una entrada para él solito así que no adelantemos acontecimientos-. Pues bien, el grupo de turbinas-alternadores de Villarino son reversibles por lo que es posible aprovechar el exceso de energía producida en las horas valle por centrales que no se pueden detener -nucleares, térmicas y eólicas- para bombear agua hacia Almendra con lo que se consigue por un lado regular el caudal del Duero y mantener el nivel de la presa de Aldeadávila y por otro mantener un remanente que permita usar ese agua en momentos de consumos punta.
Así, tenemos un trasto que por un lado sirve para regular el caudal del Duero, que sirve como reserva de agua, que sirve para generar electricidad y que, además, no contamina.
Y ahora que les he puesto en antecedentes, permítanme hablarles de lo que a mí me maravilló, cautivó y hechizó al margen de todos estos fríos y endemoniados números: pues que normalmente lo que parece lo es, pero a veces no.
Verán, si alguien les dice que en medio de uno de los parajes más agrestes y singulares de Europa, en los confines de los Parques Naturales del Douro Internacional -por la parte portuguesa- y Los Arribes del Duero -por la hispana- donde la intervención del hombre se limita al trazado de alguna carretera comarcal, al amontonamiento de piedras en las cortinas y a la ingeniosa poda de las encinas -fuente renovable de recursos en la precaria economía de la comarca de Sayago- se planta una mole de hormigón de más de 200 metros de altura y más de 2 kilómetros de longitud que anega cientos de hectáreas ustedes pensarán que si cuatro generadores eólicos tienen un impacto en el paisaje notable, el tema éste de la presa no puede recibir otro calificativo que monstruoso.
Pues no.
Por que lo que parece, en este caso, no lo es.
Si usted en lugar de leer blogs de tipejos de tres al cuarto se dedicase a recorrer mundo, debería coger su petate, una muda limpia y poner rumbo al occidente europeo más remoto para comprobar que toda la zona de la confluencia de los ríos Tormes y Duero es una gigantesca roca granítica que aflora a cada paso. Este granito ha sido colonizado a lo largo de los siglos por líquenes que le dan un aspecto tremendamente característico.
El lector recordará que en algún momento de su vida un profesor o, incluso, profesora de ciencias, quizás con bata blanca, tal vez con un hiriente apodo que simulaba desconocer y puede que sin despertarle demasiada curiosidad a su infantil e inquieta mente le explicó que un liquen era el producto de la simbiosis entre un alga un un hongo. Esta simbiosis era una situación en la que tanto el hongo como el alga se beneficiaban el uno del otro. Su profesor de ciencias era un hombre sabio al que debió prestar mucha más atención, pero eso usted lo sabe ahora.
Pues bien, el ser humano plantó un artefacto como la presa de Almendra y desde el momento que fue desencofrada el hormigón está siendo colonizado por los mismos líquenes que antes sólo estaban en el granito. El paso del tiempo le está otorgando una pátina que el conglomerado de cemento, arena, áridos y un poco de acero sabe agradecer fundiéndose de una manera maravillosa con el entorno granítico.
Así, de manera casi mágica se establece otra simbiosis. Esta vez entre el liquen y el hormigón. Si usted no tiene demasiado apego a la vida, puede jugársela descendiendo por las piranesianas escaleras que discurren adosadas al tremendo muro de contención de la presa y quedarse embobado viendo el majestuoso planear de un buitre contra ese inmenso telón de fondo y pensar que de alguna manera el ser humano a veces consigue hacer cosas tan impresionantes como ésta, manipula la naturaleza más salvaje y no sólo no se la carga en el intento sino que la mejora. Y además consigue generar energía eléctrica de una manera limpia y renovable.
Como les decía, esta zona es un territorio tan alejado del mundo como olvidado de la mano de dios pero sobre todo es un territorio injustamente ignorado.
A lo largo de unas cuantas entradas y a través de unas singulares obras de ingeniería hidráulica –y algún puente– trataré de dar alguna pincelada. Pero les advierto que servidor y sus compinches somos gente intrépida y aguerrida así que aún nos queda mucho por explorar.
Trataremos de írselo contando. Permanezcan atentos.
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En ocasiones les he comentado la imperiosa necesidad de viajar que uno siente permanentemente. Parece que el buen tiempo ha llegado y los días son casi eternos. No desaprovechen los ratos que tengan libres y conozcan mundo. Aunque sea el que está a la puerta de su casa.
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No sólo de hormigón vive el hombre. Por eso en Luz10 les recomendamos que compren un buen pan de Ledesma, recién hecho a ser posible, cojan un chorizo y una bota de vino. Con una navaja no necesitarán más para disfrutar como enanos debajo de una encina. A poder ser, combínenlo con buena compañía.
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Portugal está muy cerca y no sólo venden toallas. También preparan maravillosamente bien el bacalhau y saben poner cafés como hay que poner el café. Ahí lo dejo.
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Luz10, departamento de Presas, está tratando de encontrar la manera de bajar hasta la base de la presa de Aldeadávila. Suponemos que sólo es posible con un permiso imposible de conseguir o desde el lado portugués pero aún no hemos dado con la forma de hacerlo. Si tienen alguna información cuéntenosla y pondremos su foto como lector del mes en nuestro particular hall of fame.
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Para hacer algunas de las fotos que ilustran esta entrada nos hemos jugado el bigote. No sean rancios y compartan esta página, que es la suya. También pueden usar el material que aquí han encontrado, pero citen su procedencia.
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Una entrada ideada, escrita y fotografiada por su entrañable encofrador de palabras © pedro iván ramos martín.
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Bonus track: