¿Ustedes saben qué pasa a, exactamente, 3,98ºC?
Yo se lo digo: el agua adquiere su máxima densidad. O su mínimo volumen, como prefieran. Y esta tontería, que en realidad puede parecer una idiotez, no es para nada un hecho baladí. Es más, gracias a esta paradoja existe la vida tal y como la conocemos. El que a menos de 4º el agua se haga menos densa y que a más de 4º, también, hace que, por ejemplo, el líquido elemento se congele de arriba hacia abajo y que, así, los océanos no se hayan congelado desde el fondo marino hacia la superficie permitiendo la vida en el mar.
Que paradójico.
Pues como la vida misma, señora.
El que algo que se enfríe a menos de 4º se dilate y que cuando se calienta a más de 4º también se dilate es un hecho que me ha fascinado desde que cierto profesor de Instalaciones nos lo contó hace ya unos cuantos años. En realidad me fascinan todas las paradojas y es que si uno busca en el diccionario de la RAE encuentra que una paradoja es una idea extraña u opuesta a la común opinión y al sentir de las personas. En ocasiones me siento un poco paradoja, la verdad.
¿Quieren enloquecer? pues recurran a la paradoja del mentiroso en su versión doble. Tomen una tarjeta y escriban en una cara «lo que está escrito a la vuelta es verdadero». Denle la vuelta y escriban «lo que está escrito a la vuelta es falso». Piensen en ello. Ahora diríjanse al manicomio y acomódense en su nuevo hogar.
─ ¿Y a cuento de qué viene todo este jaleo de las paradojas? (pregunta un señor malhumorado y con pinta de ser un tanto pedante)
─ Eso, Que llevábamos un tiempecito sin estupideces ni mandangas y ya ha tenido que venir el de siempre a dar la matraca (acentúa otro pusilánime espectador)
─ QUE LE CORTEN LA CABEZA (sentencia una hermosa dama).
No se me alteren, que de alguna manera hay que presentar una de las zonas más paradójicas de este país nuestro y, en concreto, uno de los artefactos más sorprendentes que puede un ser humano encontrarse en medio de la nada. Una nada esculpida durante milenios por el agua.
Los más sagaces habrán adivinado que hoy les voy a hablar de esa zona indómita que flanquea el río Duero en las inmediaciones de las provincias de Zamora y Salamanca, en la mismísima raya con Portugal: los Arribes.
A pesar de ser un lugar con un potencial hidroeléctrico sin parangón en Europa, gozar de unos paisajes epatantes y una gastronomía espléndida lo cierto es que es una zona inmersa en un inexorable proceso de despoblación y abandono de los tradicionales -y pobres- núcleos rurales. A dos pasos está la comarca de Sayago, una de las más pobres de Europa pero que, paradójicamente, tiene un brutal y hechizante atractivo.
Pero esta región es grande y rica en peculiaridades por lo que hoy nos vamos a centrar en una de las más sorprendentes: el Puente Requejo.
Verán, si por una de estas casualidades del destino el intrépido lector debe ir de Pino de Oro a Villadepera -o viceversa- se encontrará en medio de una estrecha y ajada carretera que tras un entretenido curveo le dejará con el cuerpo de jota y como de no entender nada. Salvando el cauce del río Duero se encuentra el comunmente conocido como Puente Pino. Una estructura de hierro realmente interesante plantada en medio de ninguna parte para ir de ningún sitio a ningún lugar.
Este fantástico puente une las comarcas de Sayago y Aliste -usted no sabrá lo que es el auténtico y lascivo placer de la carne hasta que no se haya metido entre pecho y espalda un chuletón de Aliste poco hecho a la brasa de encina-. Anteriormente a la construcción del artefacto que nos ocupa esta comunicación intercomarcal se hacía franqueando el río mediante una barcaza tirada por maromas o, si tenía el arrojo suficiente y las gónadas del caballo de Espartero -además de no llevar carga, claro- podía atravesar el Duero mediante un puente de cable tipo nepalí.
El proyecto fue promovido por Federico Requejo en 1893 y lo presentó el ingeniero José Ribera en 1897 comenzando las obras en Marzo de 1909. Consiste en un arco parabólico de 120 metros de luz y 90 de altura sobre el cauce del río. 450 toneladas de acero que harían las delicias de algún buscador de chatarra pero que afortunadamente aún está en uso.
Se estudiaron hasta 12 variantes. De hecho en el acerbo popular además de Puente Pino también se le conoce como El puente ese de Eiffel de los Arribes. Una de las variantes propuestas era una estructura de arco completo «tipo Eiffel» pero que finalmente se desechó por ésta de arco rebajado ya que no permitía la ejecución del tablero por fases mediante voladizos sucesivos lo que encarecía la obra y dificultaba su ejecución.
Háganse cargo de donde estamos: entre Aliste y Sayago. Una zona infracomunicada, practicamente despoblada y abandonada de la mano de dios. Pues bien, allá por 1914, en los albores de la I Guerra Mundial, se inauguró el puente de mayor luz y más alto de toda España. Su construcción se preveía tan compleja que en la primera licitación nadie se atrevió a presentarse. Posteriormente la empresa Duro Felguera (muy de venezolana actualidad últimamente) se hizo cargo de la construcción, subcontratándola a destajo a una segunda empresa -note el agudo lector que el sistema de construcción en España viene de lejos- que abandonaría cuando comenzaron ciertos problemas de pandeo.
La obra la retoma la empresa adjudicataria con un héroe anónimo al frente: Robustiano. Según la revista de la época Obras Públicas, el montador que estaba al frente de la obra, Robustiano Fernández, «obrero inteligentísimo que interpreta maravillosamente las órdenes que recibe, se comprometió a verificar el montaje y únicamente con obreros del país, que nunca habían hecho más que ara». Guiados por la mano firme del buen Robustiano se consiguió coronar la estructura sin que «haya ocurrido incidente ni accidente alguno» y como se recogía en El Correo de Zamora cuando se hizo eco de la inauguración de la fantástica estructura, «sólo ha habido que lamentar una desgracia a pesar de haber disparado cientos de barrenos».
Normalmente cuando la función diseña la forma y el proyectista tiene sensibilidad surgen artefactos hermosos como es el caso. El propio proceso de construcción del puente avanzando desde ambos extremos en voladizo en el lugar en el que se ha hecho hace un siglo debió ser algo memorable.
Aunque servidor es arquitecto, estas obras de ingeniería siempre me han parecido maravillosas. El estudio de la estructura para emplear el menor material posible, para buscar la máxima eficacia de cada kilo de acero y que además sea relativamente de fácil construcción es algo de lo que todos deberíamos aprender.
En el fondo por toda esta sensibilidad, por esta austeridad en el diseño, por esa economía de medios; en definitiva, por lo inteligente de la propuesta podría definirse como un puente anticalatrava y es que, también para los ingenieros, cualquier tiempo pasado fue mejor.
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¿Saben que el presupuesto inicial era de 483.000 pesetas? (no, no me falta ningún cero)
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Cuando las cosas se hacen con sensibilidad es maravilloso encontrar esa belleza. Mientras tanto, en Guijuelo…
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Si, amigos, hemos cambiado Japón por la raya entre Zamora y Portugal. Así es la vida.
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Para no perder la costumbre, un texto y fotos de su siempre seguro servidor ©Pedro Iván Ramos Martín. Usen las fotos si así les viene bien, pero citen su paradójica procedencia.
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Tiendan un puente entre luz10 y sus más apreciados amigos y familiares: compartan y comenten.
Mis felicitaciones por su paradójico artículo.
A modo de curiosidad añadiré que en la provincia de Zamora, ahi cuando se la ve tan rustica y casi olvidada, paradógicamente tiene dos destacadas obras de ingeniería de puentes de la primera mitad del siglo XIX. Uno el citado en este post, y otro el Viaducto Martin Gil y ambos tienen interesantes artículos en la Revista de Obras Públicas acerca de su diseño y construcción.
No obstante para mi gusto la estructura de acero roblonada en puentes, torres… tiene una belleza con la que el hormigón no puede competir; gustos personales.
Gracias por comentar, Rubén.
Esta zona es absolutamente increíble, tanto en la parte de Portugal como en Salamanca y Zamora hay auténticas maravillas y como se ve no solo a nivel de paisajes o por los saltos de agua.
El puente que dices no lo tengo fichado… habrá que investigar.
De lo que si tengo ganas es de dedicarle un post a las cortinas de piedra de toda la zona, pero no adelantemos acontecimientos…
De nada, a ti por estos 5 minutillos de lectura interesante.
El viaducto Martin Gil, como te digo es de hormigón armado y tiene su interés porque en su dia su diseño ostentaba el récord de mayor luz en un arco de hormigón (casi 200m) y en el cual intervino un tal Eduardo Torroja, casi nada jajaja.
No tiene mucho que ver con la zona de los arribes, pero siempre me resultó chocante que en Zamora hubiese dos grandes ejemplos de ingeniería de puentes pioneros en su época. Cruza el embalse del Esla (Ricobayo); si ese mismo embalse que obligó a trasladar la Iglesia Visigoda de San Pedro de la Nave para no perderla bajo las aguas allá por los años 3o.
P.D: Coincido contigo, la zona de los Arribes es impresionante, tanto en naturaleza, en ingeniería y arquitectura vernácula. Junto con Sanabria, las mas bonitas de Zamora; para mi gusto..
Tomo nota y me lo apunto en la lista de cosas que ver 😉