La vida es sueño

Les voy a contar una cosa. Desde hace años tengo la costumbre de dormir casi a diario. Reconozco que desde el lejano 1994, año en el que me matriculé en la bizarra e indómita Escuela de Arquitectura de Valladolid, las horas que le he dedicado a este vicio han sido muchas menos de las que se suponen mínimas para mantener un estado mental sin grandes alteraciones irreversibles.
A pesar de todo, en ocasiones, al terminar el día, pienso en dormir; tal vez soñar.
Y sueño.

Corrían los estertores del s XX. cuando un irreductible grupo de futuros arquitectos husmeábamos por la Escuela de Arquitectura de Oporto intentando aprender algo del viejo Siza. Algunos de los más aguerridos nos escabullimos del grupo principal y nos adentramos en el Pabellón Carlos Ramos. Allí un escrito con rotulador indeleble fruto, sin duda, de la locura y por tanto cargado de una verdad eterna y universal, nos llamó la atención taladrándonos el cerebro y cambiándonos para siempre. «Quando morra, dormirei» ponía.

quando morra, dormirei

Dormir, tal vez soñar.

Hace unos años escribía sobre la magdalena de Proust para hablarles la potencia evocadora del sentido del olfato y de lo que supone para servidor de ustedes entrar en la casa de Ledesma. Cómo un olor puede llevarnos a un lugar en el espacio y en el tiempo de una manera mágica, sin igual.

¿Sin igual? ¿Seguro? ¿No será muy osada esa aseveración? ¿Han probado ustedes a soñar?

las mil caras de un sueño

Los habituales lectores de este blog, si es que queda alguno, sabrán que por aquí vengo a divagar sobre lo divino y lo humano. A veces hablaba de arquitectura y de diseño. De viajes y de lugares… Acabé hablando de la vida. También de la muerte, claro, porque son términos indisolubles. He hablado de la pandemia y de mi cotidianeidad. He hablado de esa magnífica criatura que es mi hijo y he tratado de capturar momentos y dejarlos escritos por aquí no sé muy bien con qué fin.

capturando momentos. Sin más.

Al final casi todo se va desdibujando con el paso del tiempo. ¿Se acuerdan de lo que decía Tyler Durden? (¿o era Jack?): «cuando se padece insomnio nada parece real. Todo se distancia y la vida parece la copia de una copia de una copia«. Lo mismo pasa con los recuerdos. Incluso con los olores. El insomnio sólo lo acelera todo.

la copia de una copia de una copia de una copia

¿Saben? el otro día soñé.

Hay muchos tipos de sueños. Desde sueños absurdos a sueños estúpidos. Sueños angustiosos, sueños relajantes. Sueños ardientes y sueños imposibles. Sueños tan rocambolescos que uno se da cuenta en el propio sueño que está soñando y se deja ir, a ver qué pasa. Sueños inocentes y sueños maquiavélicos. Y los que son los más fascinantes de todos: los sueños que parece que no son sueños. Los sueños que una persona cuerda no podría distinguir de la realidad y una loca ni siquiera lo intentaría.

una realidad soñada. O viceversa.

Los dos sueños que me han llevado a volver a escribir en estos lares tienen un hilo común. Supongo que es necesario aferrarse a algo que nos haga seguir una línea coherente en esta vida. Cuando era niño odiaba ir a la cama. Era algo que debía hacer obligatoriamente todos los días a eso de las diez de la noche y detestaba tener que hacerlo. Nunca pude ver Mascarada y de Canción Triste de Hill Street sólo recuerdo el lacónico inicio. En el Instituto me mentalicé de que debía dormir, quisiera o no, y aprendí a disfrutar de la calidez de la cama. Durante la carrera pude dar rienda suelta a mis hábitos de búho y ahora me esfuerzo por mantener el tipo cuando el despertador suena a una hora indecentemente temprana para salir a pasear por el parque de las Contiendas, en la más profunda y oscura noche, con mi perra.

en memoria de Morfeo…

En uno de estos sueños me encontraba en la cumbre de algún puerto de los Alpes. Parecía un agradable día primaveral y podía respirar ese aire limpio y ligero que entra muy hondo en los pulmones tan propio de esas montañas. Se podía respirar la soledad del lugar y todo tenía un color deslavado como si de una película de Super8 se tratase. El silencio era total. Allí, junto al cartel de ese puerto improbable, me encontré con mi tío Manolo.

Los Alpes como concepto

Podía saber que era un sueño pero no quería saberlo. Podía saber que aquello no estaba sucediendo pero quise creer que sí pasaba. Porque allí estaba él. Con su voz, con su sonrisa y con su desbordante sabiduría. Vestía traje. Tuvimos una larga conversación. Supongo que era una conversación necesaria por todas las cosas que se me quedaron pendientes. Cuando nos despedimos me dio una palmada en la espalda y me agarró del cuello, sacudiéndome. Se esfumó en una sonrisa dejándome ante un mar de montañas que contemplé durante milenios. Por alguna razón, por muchas razones, cuando desperté, tenía una gran sensación de calma y de reconciliación con el Universo.

calma

Volviendo a mi infancia, durante mucho tiempo tuve un sueño recurrente que parecía dibujado por Bill Sienkiewicz. Probablemente lo estaba, aunque de niño nunca me terminó de convencer Sienkiewicz. Había un edificio enorme y lúgubre y una especie de máquina gigantesca que se desplomaba sobre nosotros mientras tratábamos de huir. No me pregunten, no sé quiénes éramos «nosotros» pero sé que había un «nosotros». La huída era eterna, al igual que la caída de la máquina que irremediablemente nos aplastaría. Nunca llegué a soñarme aplastado, pero aún así algunas noches temía volver a tener ese extraño sueño. No ubico el momento en el que dejé de tener ese sueño y por alguna razón me gustaría volver a experimentarlo.

angustia

En el otro sueño del que les quería hablar -han de perdonar mi extrema facilidad para perderme por los oníricos cerros de Úbeda- estaba a la puerta de la casa de mis padres. Era en otro tiempo porque, de algún modo, sabía que en el garaje estaban el Simca 1200 blanco y el R12 verde. Por supuesto, sabía que no podía ser porque estaba con el Heredero, que llegó a este mundo tres décadas después de que el Simca lo abandonase. De repente el niño dijo que tenía que entrar en la casa. Era NECESARIO, nos dijo. Tenía una misión que cumplir y nadie debía impedírselo. Parecía muy seguro de ello así que se fue corriendo.

sueñe y déjese sorprender

Nos quedamos hablando de nada a la puerta mientras esperábamos que volviese de su juego. Cuando lo hizo no venía solo. La visión me golpeó duro y en el hígado. De nuevo no quise saber que aquello no estaba pasando. ¿Y si estaba pasando? desde luego, en aquel momento, estaba pasando. ERA REAL.

a veces los sueños son reales

Traía con él a mi añorado Tampoco. Al verme el perro sonrió y yo me quedé paralizado durante una eternidad. Corrió hacia mí y se puso sobre sus patas traseras. Le alcé en brazos.

Cuando tenemos una pérdida a menudo pensamos que daríamos lo que fuera por volver a tener la oportunidad de tener una última oportunidad. Volver a tener, siquiera por un instante, la posibilidad de repetir lo que durante mucho tiempo fue cotidiano y a lo que no le dábamos importancia porque, simplemente, estaba ahí. Dar un beso, oír una voz, compartir una risa…

la vida es una noria que no para

Cuando alcé a mi perro pude sentirlo. Pude acariciar su pelo, notar ese manto duro y compacto, y sus patas arañándome. Pude sentir su calor y pude sentir su húmeda trufa chocando contra mi cara. Aquello no podía ser imaginado ni recordado. Aquello tenía que ser real. Mi perro estaba allí, PESABA exactamente lo que tenía que pesar, podía SENTIRLO, notar cómo la Tierra atraía a todos los átomos de su ser con una aceleración de 9,8 metros por segundo cada segundo. Era consciente de ello con todos y cada uno de mis sentidos. Sus ojos y sus orejas eran reales. Su cola se movía y él se alegraba de volver a verme. Disfruté de la magia de ese instante que sabía que era imposible. Disfruté de esa última oportunidad sabiendo que era la última oportunidad.

Porque era la ultima oportunidad.

O no

¿Quién sabe? quizás pueda soñar con volver a volver a reencontrarnos.

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Sueño con tener tiempo para pasar más por aquí, pero ya saben, duermo poco.
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Todas las fotografías y textos son, como de costumbre, de su seguro y fiel servidor ©pedro iván ramos martín. Han sido muchas noches en vela, si quieren usar algo, pidan permiso y citen autor y procedencia.
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Realmente esta entrada ha sido escrita hace unos meses para no olvidar estos dos sueños prácticamente consecutivos. Posiblemente el fin último de este blog sea eso, recordar.
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Volveré a los Alpes y a los Dolomitas.
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