Alvar Aalto era un pícaro y un ser pragmático.
Comencemos la entrada sin más preámbulos y abordemos con detalle ambos aspectos.
En Muuratsalo, claro.
En una entrada anterior habíamos visto que las islas Finlandesas son pintiparadas para el noble arte de evadirse del mundo y ensimismarse en los más arcanos pensamientos de uno mismo. Tanto que en ocasiones hay que diseñar un barco para llegar a estos refugios de solaz y meditación.
Pongámonos en situación: la añorada Aino Marsio, esa bestia de la arquitectura y el diseño sin la que Alvar Aalto no habría llegado jamás a ser Alvar Aalto falleció en 1949.
Entre 1950 y 1952 se construyó el Ayuntamiento de Saynatsalo y, como diría mi abuela, se conoce que el arquitecto debía mirar con ojitos al otro lado del lago; a la incomunicada y desierta isla de Muuratsalo.
Aalto compró un trocito de esa isla -algo más de 53.000 metros cuadrados de bosque salvaje- y en 1952 creó un microcosmos paradisiaco al cual llegaba a bordo de su barquichuela y donde disponía de una sauna de humo, una vivienda experimental y cientos de miles de arándanos que picotear.
También disponía de una agradable ausencia de seres humanos, un lago y traviesas y carnales ideas que desarrollar con su esposa, Elissa.
Pero no sean ustedes más papistas que el Papa ni más pícaros que el Lazarillo: debemos empezar por la sauna de humo, que fue la última pieza que se construyó allá por 1954.
Verán, en Finlandia la sauna es religión y las hay de tres tipos: las modernas eléctricas, las de leña y las de humo.
En las dos primeras hay una estufa que calienta unas piedras. Unas se enchufan y otras se alimentan con trozos de madera y están dotadas de una chimenea para evitar ese desagradable efecto secundario de respirar monóxido de carbono: la muerte.
Pues bien, las saunas de humo son las más arcaicas y están consideradas entre los más puristas como las únicas auténticas saunas finlandesas. El proceso para calentarlas es largo, tedioso, sucio y complicado. En ellas hay leña, pero no hay chimenea así que uno las enciende, deja que arda la leña y el humo negro lo envuelve todo. Las piedras se calientan y cuando está todo a punto se abre la puerta, se deja salir el humo, se limpia un poco el hollín y se disfruta del espectáculo de los calores y los vapores. El bueno de Timo Kaukonen, cuatro veces campeón del mundo de sauna -mejor no pregunten-, se lo explica mejor que yo, pero en finlandés, en este espectacular cortometraje.
La sauna de Muuratsalo es de humo. Está construida de manera vernacular, elevada sobre unas rocas elegidas por Aalto de la cercana orilla y con grandes troncos de madera que habían caído en las cercanías ensamblados con mimo y maestría, en disposición de abanico, eso sí. A buen seguro que el maestro y su señora correteaban joviales y ligeros de ropa por el bosque, se ahumaban en la sauna para luego bañar sus desnudeces en las cristalinas aguas del lago, y finalmente volver a su experimental casa de verano. Yo en su lugar, desde luego, lo habría hecho sin dudarlo un instante.
Como les decía, la finca en la que se encuentra ese experimento habitacional es lo suficientemente extensa como para aislarse de los escasos retazos de humanidad que existen en la isla.
Una vez ahumados y bañados en el lago, los Aalto a buen seguro que seguirían por la margen del lago hasta llegar a la imponente arista que marca la llegada a la vivienda. Seguramente Alvar esbozaría una sonrisa de medio lado, inspiraría satisfecho y subirían hasta el patio de acceso donde una frondosa aristolochia les recibirá.
En este patio se condensa tanta Arquitectura que marea. La experiencia de recrear el paseo Aaltiano y llegar al que probablemente sea su proyecto más íntimo es casi tan inexplicable como lo que le pasó a Stendhal al visitar Florencia. Tras una altísima y monumental pared blanca se accede a un patio de ladrillo donde la escala, de repente y sin previo aviso, se torna humana.
Y qué ladrillo, señora. En este patio Aalto experimentó soluciones y aparejos. Comprobó los efectos de la salvaje intemperie del lago Päijänne en los materiales que emplearía en sus obras. Le hizo una ofrenda al fuego y una vía de escape a los amantes de Elissa (que no lo digo yo, que lo decía él).
En la vivienda hay más experimentación: el pabellón para invitados, de madera, se eleva sin cimientos; en el cobertizo se prueba una estructura de columnas libres en las que éstas se sitúan en el punto más ventajoso del terreno. Estaba prevista la implementación de una calefacción solar que finalmente no se llevó a cabo… La vivienda era un enorme laboratorio constructivo aderezado con un uso lúdico por parte del arquitecto y su señora.
Porque en la obra de Aalto, como en Finlandia, todo puede ser una cosa y su contrario.
Un laboratorio puede ser una vivienda de relax. Una escala monumental puede convertirse en doméstica. Un exterior blanco que destaca en verano se vuelve invisible en invierno. El lago que separa la casa de la humanidad fue lo que permitió llevar los materiales de construcción en invierno cuando estaba helado. Las cubiertas parecen tradicionales de teja pero son de tela asfáltica… Y así todo el rato.
Por supuesto el interior está a la altura.
La vivienda principal se arma en torno a un cuadrado de 14 metros de lado que se divide en una retícula de 9 cuadrados ocupando 5 de ellos la vivienda en una disposición de L en la que un lado es ocupado por las habitaciones y otro por el espacio vividero.
Este espacio presenta un interesante juego de escalas. La cubierta inclinada permite la ubicación de un pequeño altillo colgado de las vigas mediante una estructura de madera pensado como espacio para pintar.
El resto de la pieza es diáfano y en él se articulan espacios de estancia, de trabajo y el comedor; siendo una deliciosa propuesta espacial y una buena muestra de optimización del espacio.
Por que en la casa se experimenta, si, pero todo es austero. No hay lujos ni grandilocuencias. Hay una mano maestra que diseña un espacio acogedor y funcional.
Las habitaciones son apenas celdas para dormir, salvo la principal que posee algo más de espacio y una ventana puerta que da al patio y que el propio Alvar Aalto dijo diseñar para que los amantes de Elissa pudieran huir con facilidad.
Lo dicho, un pícaro y un pragmático.
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Llevo meses sin actualizar el blog. Tengo un déficit de tiempo salvaje y no creo que vaya a cambiar en los próximos 18 o 35 años… escribiré cuando buenamente pueda.
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Últimamente, aún sin escribir, no tengo muy claro si este blog es de fotografía, de arquitectura, de nada de eso o de todo un poco. Debido a la falta de continuidad supongo que pocos lo leerán ya. Supongo que también me estoy haciendo viejo y por eso tengo estos dimes y diretes particulares.
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Volviendo a Aalto. Les comenté en una antigua entrada de la Mairea los curiosos y picantes juegos que, contaban las malas lenguas, se traían el señor Aalto y los Gullichsen. ¿Quien sabe? a lo mejor la ventana de Muuratsalo si era realmente para que escapasen los amantes de Elissa…
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Poco menos de 1300 palabras sesudamente pensadas y sopesadas para dar alguna pincelada sobre esta obra aaltiana. Tengan en cuenta el ciclópeo esfuerzo que supone y compartan la entrada con sus personas de confianza.
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Texto, fotografías y vivencias, como siempre, de su fiel y seguro servidor ©pedro iván ramos martín. Pueden usarlas, pero citen su procedencia.
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