ruinas

(…)

Se me cae la casa desde que se marchó
Ahora ya solo espero el derribo
Y es que perdí
La pista del eje del salón
Estoy continuamente torcido

(…)

Extremoduro, Álbum la Ley Innata (2008). Segundo Movimiento, Lo de Fuera. [fragmento]

La ley Innata es un pedazo de disco como la copa de un pino del conjunto musicovocal extremeño, Extremoduro.

Después de varios años en standby reaparecen en 2008 en la escena con un soberbio trabajo de una sola canción dividida en 6 partes: introducción, cuatro movimientos y coda.

Antes de que hordas de bienpensantes gentes adalides del buen gusto me apedreen por volver a traer al greñoso rey de Extremadura a este rincón de internet, que sepan que otro melenudo antisitema participa en el Tercer Movimiento fundiendo un soberbio violín con la brutal guitarra de Uoho. Un tal Ara Malikian.

-Las hordas bajan las antorchas y las hachas y se miran confundidas y sin saber muy bien qué hacer y murmuran por lo bajini, con cara de desprecio, eso sí-

Por favor, la señora del fondo, que se calme. Y el caballero de los tirantes y la pajarita que va en bici, que se tranquilice, que este blog no se ha convertido en un lugar de culto de la crítica musical.

Les cuento porque en la vida, en el fondo, casi todo es arquitectura.

 

© pedro ivan ramos martin · luz10.com · ruinas · chalet parquesol

En el fondo todo es arquitectura. Y, sí, tengo el vinilo.

 

La portada del disco tiene una frase en latín de Cicerón escrita sobre el dibujo del hombre de Vitrubio de Leonardo. Dicha frase reza así: Est enim iudices haec non scripta sed nata lex quam non didicimus accepimus legimus uerum ex natura ipsa arripuimus hausimus expressimus ad quam non docti sed facti non instituti sed imbuti sumus.

Si se han quedado con cara de pez o si son de los que desprecian las humanidades por ser estúpido conocimiento innecesario pero quieren saber qué demonios pone, deberán seguir leyendo mis desvaríos. Haber estudiado.

Como veo que los del gallinero se empiezan a poner nerviosos, mejor vamos al grano.

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Vamos al grano

En el Primer Movimiento, Dulce Introducción al Caos, al final, el poeta extremeño canta estos versos:

Ya no queda una piedra en pie
porque el viento lo derribó
(…)
Ya no queda nada de ayer
porque el viento se lo llevó

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arquitectura y vida. ¿arquitectura?

Hablan del derribo, de la destrucción de algo y de cómo esa desaparición hace que poco a poco se desvanezca el recuerdo de lo que existió. Aunque seguramente que Roberto Iniesta no tenía en mente hilar estos dos fragmentos a la manera de Luz10, lo cierto es que sirven de excusa para hablar de la destrucción, de la ruina, de la memoria, de Cicerón y de la suprema estupidez humana.

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la ruina y la ciudad

Verán, hace un tiempo, servidor de ustedes se fue a fotografiar una vivienda ubicada en una situación tan privilegiada como ilegal en la única colina urbana que tiene la ciudad de Valladolid y en la que un señor al que imagino gordo y fumándose un puro, pegó un pelotazo de los buenos -urbanístico, se entiende- entre finales de los ’70 y principios de los ’80.

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chalecito con posibles

Esta vivienda se edificó en un lugar donde no se podía edificar a mayor gloria de los huevos de su propietario. Se ejecutó estructura, gran parte del cerramiento y la tabiquería en unas obras que comenzaron en 1978. Y así se quedó.

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Así se quedó

Era uno de esos hitos fantasmagóricos pero entrañables que de vez en cuando tienen las ciudades aunque durante años estuvo ensombrecido por el imponente, vacío y legendario edificio Duque de Lerma y su impagable fachada-protesta en la que se podía leer un glorioso «MILI NO» de cerca de 60 metros de atura presidiendo el paso por Valladolid en dirección Norte.

Ante la ciudad y viceversa

El hito

Durante décadas El Chalé de Parquesol fue el ecosistema predilecto de generaciones de grafiteros, chavalería variada donde la juventud daba rienda suelta a sus más bajos instintos -y quizás a los más altos- y, en ocasiones, parece ser que también pululaban curiosos con cámara de fotos.

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Graffittilandia

La casa haría las delicias de algún purista de la arquitectura de riesgo: escaleras voladas imposibles en las que un mal paso acabaría en un vuelo sin motor y, seguramente, en el cementerio. Plataformas que se abrían al abismo. Forjados agujereados, triples alturas sin más protección que el sentido común. Un lugar delicioso.

¿esto cumple el código técnico?

Por increíble que parezca, no recuerdo haber leído tener que lamentar ninguna víctima mientras la casa existió y, contra todo pronóstico, se conservaba en un estado bastante aceptable, relativamente limpia y hechizantemente arruinada.

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¿peligro? ¿qué peligro?

Y es que darse una vuelta por ese cadáver constructivo no dejaba de ser una notable experiencia para lo que puede dar Valladolid de sí en términos de aventura urbana. No es frecuente tener tan a mano espacios así por lo que nuestros amados políticos decidieron, de una vez por todas, poner fin a este peligrosísimo conjunto de hormigón acero y ladrillo.

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Esto no se podía consentir, decían.

Afortunadamente alguien por fin pensaba en los niños. Afortunadamente alguien tomaba el toro por los cuernos y se decidía a poner fin a la existencia de este amasijo de peligros. Afortunadamente se daba un puñetazo en la mesa y se obligaba a los propietarios a demoler esa abominable abominación. Y afortunadamente para esos dueños a cambio de derribar una edificación por estar edificada en un lugar no edificable, el ayuntamiento les permitía construir un nuevo edificio convirtiendo en edificable lo que no lo era.

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Disculpe, caballero, pero esto no puede ir ahí.

Ah, ¿que ustedes no lo entienden?. De verdad, es que quieren entenderlo todo.

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que empiece la destrucción

Pues bien, como han llegado hasta aquí les confesaré que yo mismo tampoco es que llegue a entender demasiado este trabalenguas edilicio, aunque soy consciente de mis limitaciones. Esas limitaciones son paranoicas y por eso les diría que me parece bastante más peligroso para esas inocentes criaturas el estado actual que el anterior. Pero no me hagan caso en este febril desatino.

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Paco, esto, fuera.

Yo mismo, mientras hacía las fotos del después sopesaba en las posibilidades de clavarme algún trozo de ferralla, de descalabrarme entre los escombros o de seguir pudiendo volar sin motor en un mal paso en esas escaleras imposibles que siguen donde estaban. Valoré hacerlo.

Las posibilidades eran notables. Veía los titulares: MASTUERZO SE PRECIPITA EN EL CHALÉ DE PARQUESOL AHORA QUE YA NO ES PELIGROSO.

Finalmente y tras meditarlo quedamente  lo descarté.

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transparencias. Lo tectónico y lo estereotómico en la arquitectura

Pero el encanto de la ruina es poderoso, al menos para quien les escribe. Asistir al espectáculo de la demolición de un artefacto arquitectónico (?). Quizás haber conseguido atractivas imágenes, evocadores recuerdos de un pasado que nunca llegó a ser presente y que llevan impregnada la palabra nostalgia en ellos.

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ya no queda una piedra en pie

Cuando visito una ruina vienen a mi mente los maravillosos grabados de Pepe Hernández. Pienso en la decadencia y pienso en decrepitud. Me planteo lo fugaz de la vida y su inevitable final.

Y es que el Chalé de Parquesol siempre estuvo ahí desde que llegué a esta diabólica ciudad.

Y es que empezaron a demolerlo un par de días después de estrenar mi cuarta década de existencia.

Y es que pienso que es una jodida y grotesca casualidad.

¿No creen?

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Para los que no saben latín, la frase de Cicerón del principio de la entrada quiere decir «Existe, de hecho, jueces, una ley no escrita, sino innata, la cual no hemos aprendido, heredado, leído, sino que de la misma naturaleza la hemos agarrado, exprimido, apurado, ley para la que no hemos sido educados, sino hechos; y en la que no hemos sido instruidos, sino empapados«

Esta es una ley, pues, que nos empareja e iguala a las bestias. Que nos despoja del raciocinio y de lo que nos hace humanos. Que nos anula como personas y nos vuelve a un estado salvaje y primitivo en el mismo inicio de la evolución cuando éramos apenas primates guiados por las más básicas pasiones: hambre, sueño, sexo.

Una ley que, evidentemente, es la única guía y faro que alumbra al mequetrefe que heredó la Casa Guzmán.

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Por alguna razón imaginé la Casa Guzmán siendo desmembrada por la misma cizalla que redujo a cascotes el Chalé de Parquesol. Era una cizalla magnífica, pura tecnología japonesa de destrucción. Luego imaginé esa cizalla trabajándose a conciencia al inepto heredero en una suerte de justicia poética.

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  Fue solo un (¿hermoso?) sueño.

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No quería escribir una entrada sobre la Casa Guzmán porque, no les voy a engañar, antes de que fuese sustituída con infame gusto por un casoplón hortera de palurdo exacerbado, no sabía de su existencia. Por supuesto no tenía fotos propias y la intención de este humilde blog no es tratar sobre temas de candente actualidad que el viento ha de llevarse tan rápido como han venido. Pero esa nauseabunda demolición ha servido de burda excusa para hablarles del chalé vallisoletano por antonomasia.

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Es lamentable la falta de protección que el patrimonio contemporáneo tiene en este país. No voy a hablar del nulo respeto que un hijo puede tener por el legado que hereda y que deja tan a las claras la catadura moral y las capacidades intelectuales del heredero, pero da vértigo pensar que alguien nacido en el s. XX derribe una emblemática vivienda perteneciente de facto al s. XXI para hacerse una estúpida casona decimonónica.

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Antes que yo, el señor José Santos escribió sobre el chalé de Parquesol. Y antes que yo el señor Gabriel Gallegos lo fotografió… y ganó un concurso.

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Un texto y unas fotos de su fiel y seguro servidor, © pedro iván ramos martín. Disfrútenlas. Úsenlas si es menester, pero citen su procedencia.

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Como han podido adivinar el autor se jugó la integridad física propia y la de su carísimo equipo fotográfico para lograr estas instantáneas. Alimenten su ego y compartan esta entrada con sus seres más allegados. Y con los menos allegados, también.

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Ya ven, siempre imaginé esta entrada en blanco y negro, pero por llevar la contraria soy capaz de cualquier cosa. Incluso del color.

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Bonus track:

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