Les voy a ser sincero: les he mentido como un bellaco.
Cuando la escribí, sabía perfectamente que la pasada no iba a ser la última entrada sobre Japón. Quedaba una bala en la recámara: ésta.
¿Qué mejor guinda para el pastel japonés que abrir cartel en la PechaKucha Global Night el día 20 de febrero a las 20:20 celebrando el decimosegundo cumpleaños de este invento nacido en Tokio gracias a la mente retorcida de dos arquitectos? ¿y qué mejor homenaje que hacerlo hablando de Japón?
Les dejo con lo que han sido o, mejor dicho, lo que deberían haber sido mis 20×20: veinte imágenes, veinte segundos cada imagen.
Buenas noches, voy a empezar pidiendoles algo: su colaboración. Aprovechando que algunos de ustedes hoy vienen muy elegantes con su pajarita y tal, voy a hacerles una foto, pero hagan así, una ‘V’ con los dedos, como las chicas de la foto… digan «chïtzu» [click!… ndlr: ésta debería ser la foto que ilustre la cabecera de esta entrada] verán, es que yo hoy vengo a hablarles de Japón.
Pero, ¿saben qué es lo más curioso de Japón? Pequeñas diferencias. También ellos tienen la misma mierda que aquí, pero… hay algunas diferencias.*
Por ejemplo puedes meterte en cualquier bar y pedir algo de arroz. Y no hablo de una tapa mugrienta de paella revenida y aceitosa. Hablo de auténtico Sushi.
Ellos también tienen legiones de chicas con botas altas de polipiel y faldas cortas, pero no las llaman chonis o cosas aún peores… normalmente son camareras en los Maid cafés y hay verdadera devoción y un absoluto respeto por ellas.
Por supuesto hay hoteles, claro: una cápsula, una cortina, una almohada y un colchón, una tele: dos canales … uno de ellos porno. No hace falta más para pasar la noche. En soledad, eso sí.
Como ven, Japón es un lugar distinto y peculiar, encomendémonos a este gordito, Jizo, protector de los viajeros, los niños, las embarazadas y los bomberos, entre otras cosas, para entenderlo un poco mejor…
Este país, geográficamente se encuentra aislado, como todos los países-isla. Si a eso le unimos un largo periodo feudal y un endiablado sistema de tres alfabetos diferentes, comienzan a entenderse sus peculiaridades, y que, como aquí, casi nadie hable inglés. Pero ellos con una buena excusa.
Japón es un pueblo que sufrió la devastación de una guerra. En particular fue objeto de la mayor barbaridad que ha hecho el ser humano jamás: lanzar las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki. Lejos de querer olvidar esta hecho lo tienen muy presente con el objeto de que no se vuelva a repetir jamás.
Pero busquemos el origen de porqué los japoneses son como son. Muchos verán en esta imagen solo un elemento creado por la mano del hombre: el templo. Pues están tremendamente equivocados. En esta imagen todo está manipulado por el hombre, salvo las montañas, pero, eso sí, la ubicación es absolutamente intencionada.
Los japoneses sienten una auténtica devoción por la naturaleza. De ahí sus jardines, en los que una vegetación aparentemente natural está absolutamente controlada por la mano del hombre.
En estos jardines supuestamente naturales introducen elementos arquitectónicos como este pabellón de te en la Villa Imperial Katsura, siempre sutiles y leves, con sus tabiques móviles de papel de arroz y sus suelos de tatami. Compárenlo con un mesón castellano del s. XVII
Introducen el agua y como sucede en la Alhambra, por ejemplo, su sonido nos acompaña en el paseo o la meditación, pero en Japón, el agua implica un ritual de purificación y se manipula, se toca, se bebe… Quizás gran parte de las diferencias que encontramos en Japón vengan de las tres reglas fundamentales del Wabi Sabi.
La primera, nada dura; como en este cubo donde se depositan deseos escritos en una hoja de papel que se deshace quedando el escrito flotando en el agua hasta que también se deshace, más tarde, la tinta.
La segunda: nada es perfecto: y pocas cosas más imperfectas y hechizantes que ver esas marañas imposibles de cables sobre las calles de ciudades como Kyoto o Tokyo.
La tercera: nada está completo: como en esta intervención en la que miles de Toriis se han colocado a lo largo de kilómetros de sendero a través de la montaña en el santuario Fushimi Inari-Taisha.
Todo esto explica el diferente concepto que tienen de la belleza. Esta madera que ahora tiene un componente estético brutal era algo anodino y tonto cuando estaba nueva y, aparentemente, perfecta.
La iluminación tenue y crepuscular, el elogio de la sombra, del negro en contraposición a la belleza blanca y luminosa de Occidente. Decía Junichiro Tanizaki que “La belleza pierde toda su existencia si se suprimen los efectos de la sombra”
O una lámpara que durante 60 años ha permanecido sobre la parrilla de un tenderete de yakitoris de anguila sin haberse limpiado ni una sola vez como resúmen de los tres conceptos wabi sabi: nada dura, nada es perfecto, nada está completo
Japón es una civilización fascinante. Capaz de crear lugares como el endiablado cruce de Shibuya, seguramente el más famoso y transitado del mundo.
Y de espacios para la meditación Zen como el Karesansui de RyoanJi en el que desde la tarima se contempla el jardín seco, el muro que lo delimita y la vegetación que está detrás e incluso la que está en el exterior del recinto pero de la cual el jardín se apropia.
Como ven conocer otras culturas es una experiencia apasionante, por eso les invito a subirse a esta otra pajarita, también de papel, y vuelen a otros lugares. Salgan del terruño para andar un poco más lejos que las fronteras, por la sublime añoranza del regreso**.
Domo arigato Gozaimasu.
·············
* Extraído de la película Pulp Fiction de Quentin Tarantino.
·············
** Del poema Que no quiero ser tanto de Manuel Chinato.
·············
Ser presentador, o speaker si lo prefieren, de Pecha Kucha es algo que no sé muy bien por qué, engancha. Probablemente vuelvan a verme, si me dejan, en un fregado así más veces.
·············
Un texto pechakuchero original de su siempre fiel y seguro servidor, © pedro iván ramos martín.
·············
Deberían difundir las bondades de este formato 20×20. Deberían incluso probar semejante embolado.
·············