Lorem ipsum dolor sit amet es un texto que se usa de relleno desde hace siglos para maquetar publicaciones y que, en realidad, no significa nada. Parece que sí, pero no es más que un montón de palabras que sólo aparentemente podrían llegar a tener un sentido. Un sentido que algunos, incluso, han intentado encontrar antes de caer en la locura. Simple relleno de nada, enchido de vacío. ¿Y si las cosas, a veces, no son lo que parecen?
semana 7
Normalmente un ser humano estándar no tiene en mente el pasar siete semanas encerrado en su casa. Normalmente se tiene la cabeza llena de temas mundanos y absurdos como el tener dinero suficiente en el banco para pagar la cuota de autónomos o el recibo de la luz o la última compra inútil y caprichosa o la hipoteca. También está el conseguir un refugio seguro, alimento y que no falte cerveza en el frigorífico. Sobrevivir, en definitiva, y tratar de no perder el juicio. O, en todo caso, que no se notase demasiado.
La inercia del día a día no deja tiempo para mucho más hasta que, de repente, todo se para y todo explota y todo es nuevo e inquietante. La incertidumbre siempre tiene ese punto atractivo, canalla; esa irresistible atracción al no saber, al no estar absolutamente cómodo, al dudar de todo, al no poder prever casi nada.
Pero, pásmese, incluso a esta atroz incertidumbre usted se ha acabado acostumbrando, como lo he hecho yo, como lo han hecho millones y millones de personas. Simplemente la incertidumbre se rellenó de nada. Lorem ipsum dolor sit amet.
En este escenario pandémico de solemnes y continuas comparecencias de políticos y altos cargos en televisión, de rigor y dramatismo, de recogimiento y luto en una suerte de impostada atmósfera bélica en las declaraciones se da el caldo de cultivo perfecto para inventar cosas. Cosas no necesariamente útiles ni tampoco demasiado graves ni elevadas. Llegó el momento, por ejemplo, de inventar palabras. Palabras que, como el lorem ipsum, en realidad no significan nada. Que en realidad no existen, o, para ser precisos, que no existían, pues la lengua es algo vivo y cambiante.
Llegó la desescalada.
Los que tenemos la suerte o la desgracia de ser autónomos dedicados a ciertas actividades no hemos tenido limitados nuestros movimientos en ningún momento. Bastaba con un salvoconducto por si nos paraba un control policial para eximirnos de estar encerrados en casa incluso en el momento de máximo confinamiento.
Un salvoconducto es algo que suena a Segunda Guerra Mundial y a película de espías y a telón de acero y a cosa súper importante y dificilísima de conseguir pero a la hora de la verdad no es más que un papel que ha impreso usted en su impresora -valdría con escribirlo en un triste A4 arrugado con una mancha de café en la esquina superior izquierda, dos tachones y una esquina roída- con una declaración responsable en la que dice que es autónomo y que va a trabajar. Et voilá, ya puede viajar desde Cabo Ortegal a la Línea de la Concepción. Desde Ayamonte a Cadaqués.
Eso sí, en su viaje cada cartel informativo de la carretera le recordaría que estamos en estado de alarma, que los viajes no justificados están prohibidos -y severamente sancionados- . Los controles policiales eran frecuentes tanto en ciudad como en carretera.
Por otro lado, las cifras de muertos y contagios mantenían una alentadora línea descendente y a pesar de que seguíamos sin poder hacer casi nada, a pesar de que en ocasiones comparecía en televisión junto al ministro Illa y a Fernando Simón un señor disfrazado y altamente condecorado para empezar su alocución con un muy risible «sin novedad en el frente» llegó a nuestras vidas el concepto de desescalar.
Hay que recordar que al principio de todo este jaleo sólo se permitía salir a la calle para ir a comprar bienes de primerísima necesidad, ir a trabajar quienes no estaban obligados a quedarse en casa y no podían teletrabajar o a pasear al perro el tiempo mínimo imprescindible. Estuvimos semanas así hasta que en la sexta semana de encierro se permitió a los niños y a uno de sus progenitores dar un paseo diario de una hora como máximo y hasta a 1 kilómetro de su residencia.
A finales de esta séptima semana empezaría el previo a la fase 0 de la desescalada, término que nos acompañará durante largo tiempo. Porque a estas alturas todos ustedes ya saben que una desescalada es algo que se hace por fases, pero en ese momento era algo absolutamente extraño y desconocido, quizás un tanto rocambolesco. En un escenario normal podría parecer una cuestión baladí, pero en medio de todo este berenjenal el que un día dejasen a la gente salir a PASEAR fue un gran evento. Por supuesto se colapsó todo y la muchedumbre se adueñó de las calles. Como zombis.
Pero no solo se podría pasear en ciertas franjas horarias y según el grupo de edad al que perteneciese. También se podría hacer deporte dentro del término municipal donde se residiese. ¡Albricias! una corriente eléctrica sacudió mi espina dorsal. Posiblemente también estropeó el contactor del lavavajillas, pero eso es otra historia.
La llegada del sábado 2 de Mayo supuso el poder bajar la bici del rodillo para ir a subir y bajar la cuesta de Fuensaldaña como si de un tontódromo se tratase -entre las 6 y las 10 de la mañana, eso sí- . Les confesaré que fue algo que me hizo sentir cierta libertad, no les voy a engañar. Pero tampoco les voy a mentir y les diré que después de ese momento la bicicleta volvió al rodillo.
Y con la bici en el rodillo todo regresó al estado difuso en el que estábamos. El colegio en casa, el intentar trabajar como se podía, la furgoneta aparcada, el pasear una hora al día, la asamblea de juguetes antes de las clases matutinas, el parque de las Contiendas, los columpios precintados, las videoconferencias, las fiestas en el patio, las cervezas de las fiestas en el patio, la comida, la música, la danza, la primavera… Y el rodillo.
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Continuará.
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La séptima semana del estado de alarma abarcó desde el 27 de abril al 3 de Mayo de 2020.
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Como saben quienes siguen este blog o quienes tienen la desgracia de conocerme en persona, yo nunca bailo. Pero me fascina ver bailar a quien sabe bailar. Por suerte en Luz10 hay quien sabe bailar. ¡Y de qué manera!
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Verán que en estas entradas y captadas con una focal de 35 mm muestro mi cotidianeidad sin rubor alguno. Porque la vida es así, tal cual.
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Unas vivencias confinadas y desescalantes de su fiel y seguro servidor ©pedro iván ramos martín. No usen las fotos sin permiso y compartan estas entradas. O no.
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Bonus track:
Soy aquel tipo callado
con aires de intellectual
que te mira de costado
sólo por disimular.
«gracias, pero no, no bailo,
quizás la próxima vez,
tengo torpes las rodillas
y tú veloces los pies»
Sólo quiero verte bailar
sólo quiero verte bailar
quisiera verte girando, girando,
mirándome mirar.
🙂