© pedro ivan ramos martin luz10

Cuando nada vale nada

(…)
De rodillas estás
rodeado de ropa sucia,
la mano que que tienes extendida,
nunca para de temblar,
no para de temblar,
de frío, de cansancio, y algo más,
las sombras se vuelven alimañas,
cuesta distinguir la realidad
cuando la vida no vale nada, cuando nada, vale nada ya,
Perdóname porque yo he sido uno más,yo he sido otro más,
otro más de los que su vista apartó al pasar por tu lado,
quise disimular, como si no fuera nada conmigo.
(…)

Cuando nada vale nada (fragmento)
Del álbum No intente hacer esto en su casa
Soziedad Alkohólika, 1997

Vivimos en un mundo de mierda. Nuestros dirigentes son unos mierdas, yo soy un mierda y a buen seguro que usted también es un mierda. La sociedad civilizada es una sonrojante mierda pestilente y putrefacta de dimensiones siderales.

Hace tiempo que se debió quitar el término racional para definir al ser humano. Un ser abyecto que se divierte matando animales o inflingiendoles horribles muertes para arrancarles la piel aún vivos; que destroza, arrasa y contamina el territorio donde vive y que no siente la más mínima empatía por todo aquello que no sea él mismo, que mata y tortura a sus semejantes escudándose tras banderas y religiones. Somos el resultado de un experimento que salió mal. El producto de millones de años de evolución es un ser despiadado y mezquino. Un animal estúpido y zafio. Sin más. En eso nos hemos quedado y hay pocas posibilidades de que mejoremos.

Yo, como soy un mierda, sólo vomitaré palabras escribiendo cobardemente detrás de un teclado con un té con limón al lado. Me indignaré muchísimo cuando oiga el drama humanitario en la radio del coche. Pensaré en todo ello en la sauna del gimnasio. Frunciré el ceño y argumentaré muy serio tomando unas cervezas en el bar. Soy un mierda. No soy más que una insignificante pieza que ayuda a que el gigantesco engranaje que es el mundo occidental siga funcionando. Me quejaré amargamente por la crisis que azota la economía y que hace que gane mucho menos dinero que hace 7 años, por el estado lamentable de la profesión para la que estudié, por la ineptitud de una clase política corrupta y por otras mil sandeces. Me quejaré después de haber estado de vacaciones. Me quejaré después de haber paseado plácidamente con mi perro. Me quejaré porque soy un mierda que me creo en posesión del derecho a quejarme. Y no lo tengo.

Y usted tampoco.

Mientras tanto miles de personas que tratan de huir de una puta guerra son tratadas a patadas por la civilizada Europa. Por nosotros. Miraremos temerosos como quieren entrar en nuestro territorio porque somos estúpidos. Porque somos unos mierdas que no nos enteramos de nada. Porque vemos normal como amigos han tenido que marcharse unos a Madrid, otros a Suiza, otros a Canadá, otros a Perú … pero no vemos que quienes se juegan la vida y muchas veces pierden no huyen de una crisis económica ni lo hacen por gusto. Huyen para salvar sus vidas. Huyen para que las vidas de sus hijos tengan un futuro y un sentido. Huyen y mueren porque la vida que dejan atrás no es vida.

No lo hacen por gusto, no. No lo hacen por turismo. No lo hacen como el niño de papá que se va a Londres «a la aventura». No lo hacen como los ricos estúpidos que se van de safari-aventura pseudosolidaria ultrasnob. No lo hacen porque las mafias les engañen como intenta colarnos algún malnacido. No son un número. No son una noticia sin más. Son personas como usted y como yo. Son solo hombres, mujeres y niños.

Nos tiene que sacudir la mente la imagen de un niño de tres años muerto tirado en la playa porque el que 71 personas murieran asfixiadas en un camión no nos tocó demasiado la fibra. Lo que no se ve, no existe.

Pero hemos visto a ese niño.

Hemos visto a ese niño rígido, frío, empapado y muerto y hemos descubierto que somos una montaña de mierda.

Pero tranquilos, pasaremos página. Todo volverá a la normalidad en cuanto hayan pasado unos días. Nuestra memoria es frágil y voluble.

Seguiremos con nuestras vidas de mierda en este mundo de mierda. Fingiremos ser felices y a pesar de todo conseguiremos dormir por las noches muy preocupados por el estado de la Pantoja en el trullo o por si el próximo fichaje galáctico se hará con un poco más de tiempo.

Ahora que lo pienso me doy cuenta. En el fondo estoy equivocado. El ser humano es una máquina perfecta. Estamos diseñados para poder ser absolutamente despiadados, ser conscientes de ello y vivir sin el más mínimo cargo de conciencia. Porque nada vale nada.


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Tenía que decirlo.
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Si creían haberlo visto todo en cuanto a mezquindad, pues no.

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