¿Ustedes saben lo que es un cachopo?

No lo busquen en el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española pues sólo encontrarán una definición que a nadie le importa: 1. m. Tronco seco y hueco de árbol.

Verán, un cachopo es una demente invención de algún asturiano loco -valga la redundancia- y, a buen seguro, absolutamente cocido a sidrinas. Se trata de un endemoniado plato multicapa consistente en un filete gigante, un generoso estrato a modo de relleno de jamón y queso y otro filete gigante, todo ello empanado y frito formando una unidad aparentemente monolítica pero que guarda algo en su interior. Pura gasolina.

Posiblemente no haya nada menos japonés que un cachopo, salvo, quizás, una fabada. Pero vamos a hacer un breve receso en el periplo nipón. Hoy les quiero hablar de Arquitectura.

Lo cierto es que casi siempre que he ido a Asturias ha sido por motivos ciclistas pero en esta ocasión no había bicicletas de por medio y se trataba de descubrir un poco más esas tierras norteñas, sus espectaculares paisajes y alguna piececita de arquitectura.

Como siempre y en cualquier viaje, sea de miles de kilómetros o de apenas un par de centenares, lo primero es lo primero. Esto es, tratar de sentirse -en la medida de lo posible- como un lugareño y en este caso nada mejor que hacerlo a base de fabes, cachopo, arroz con leche y culines -de sidra-. Ha de tener en cuenta el lector que no todos los seres humanos están capacitados para enfrentarse frente a frente y a calzón quitado con la gastronomía más vernácula del  Principáu d’Asturies. Pero si por algo soy conocido es por mi aguerrida manera de enfrentarme a los más tremendos desafíos y salir de ellos victorioso y en loor de multitudes. De hecho ahora mismo estoy escribiendo todo esto sin apenas efectos secundarios graves.

Para conocer un pueblo hay que conocer las características del territorio donde se asienta, qué comen y cómo viven sus gentes e, incluso, qué música se hace por allí.

En el caso que nos ocupa podemos decir que Asturias se encuentra en uno de los enclaves más espectaculares de Europa. Se trata de la región más montañosa de España y también se encuentra en puestos de honor en lo que a todo el continente se refiere. De un lado y separándola convenientemente del secarral castellano y leonés están los majestuosos Picos de Europa. A sus pies, el mar Cantábrico. Todo lo demás, tierra conquistada.

En esta configuración única en la que en apenas unas decenas de kilómetros pasamos de estar entre picos de más de 2600 metros a estar al borde del mar  nos encontramos además con una densa vegetación y aún -a pesar de los eucaliptos- se conservan tremendos bosques autóctonos de castaños y robles.

Entre una enrevesadísima red de carreteruchas infames -siendo generosos- se van situando distintas poblaciones en las que se puede uno encontrar con piezas absolutamente embriagadoras diseñadas por esa mano anónima que es -era- la sabiduría popular y que, convenientemente destiladas, podría firmar el mismísimo Zumthor.

Pues bien, quizás usted tenga la suerte de adentrarse en uno de estos bosques y recorrer la línea de cumbre de uno de esos montes desde los que se divisa el mar y, de repente, encontrarse con un delicioso refugio que por un lado mira al horizonte infinito y azul del Cantábrico y por su contrario saluda a la impresionante cordillera.

Esta piececita no es más que un refugio que da servicio a una pequeña explotación agropecuaria que viene a ser un  práu en el que pastan caballos y vacas. Pero puestos a hacer una intervención en un elemento así, y como dice la canción, si lo hacemos (…) pues hagámoslo como es debido.

En el acceso a la parcela, al Sur, nos encontramos con una escala acotada, efecto acentuado por los filtros que establecen los distintos elementos de madera hábilmente dispuestos y que pasan desde los palus del cerramiento a los tablones de pino del paño corredero o la elegante carpintería de castaño de la planta superior.

Según bordeamos el edificio desde su cara Este vemos que la cubierta a un agua vierte hacia la fachada Sur con lo cual cuando nos enfrentamos a la fachada Norte apreciamos una escala mucho mayor que se abre claramente al paisaje creando un efecto monumental que se acentúa por la pendiente descendente de la parcela.

Al principio les hablaba del cachopo y lo hacía pensando en esta  cabaña. Aunque desde fuera lo que vemos es una pieza monolítica de hormigón visto encofrado con tabla -como hay que encofrar un hormigón, vamos- con unos paños correderos de tablones y unas carpinterías de madera, en realidad esta visión externa esconde en su interior algo más: la cabaña primigenia.

Efectivamente esta envolvente abraza los muros preexistentes y los engulle haciéndose presentes sólo una vez que traspasamos esta piel. Estamos hablando de un cachopo arquitectónico. Pero qué cachopo, oiga. No tiene desperdicio.

El acceso en planta baja se realiza en la fachada Este a través de un espacio previo que no es ni interior ni exterior si no todo lo contrario. En él además de unos aperos propios de su uso y alguna caja de sidra natural embotellada no muy lejos de allí se ha situado una mesa hecha con tablones que goza de unas fantásticas vistas: puro lujo astur. También es aquí donde podemos ver el muro de la cabaña original.

Es en estos casos en los que estando en medio del monte a uno le vienen recuerdos nórdicos de la caja de Erskine y de los refugios de Asplund o, incluso, Aalto. También, como no, de Le Cabanon. Y medita acerca de la necesidad de tener un espacio íntimo donde escaparse para recogerse y olvidarse de todo. Para pensar sólo en las cosas importantes o no pensar en absoluto. Para contemplar el todo y la nada. Un lugar donde todo pueda dar igual y nada sea inadecuado.

Yo tengo este blog y, de momento, voy tirando.

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Ya pueden ver el reportaje del refugio en Behance. No se lo pierdan.

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Viajen todo lo que puedan y más. Conozcan otros lugares, otras gentes, otras arquitecturas, otras culturas. Escuchen otros idiomas, coman otras comidas, beban otras bebidas. Nunca será demasiado y de todo esto jamás se arrepentirán.

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Este post no lo estarían leyendo sin el apoyo espiritual y la compañía de quienes lo han hecho posible. Aunque no sepan quienes son, agradézcanselo.

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Tras este breve receso, volvemos a Japón. En realidad la siguiente entrada nipona ya está pensada y escrita.

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Asturias no parece un lugar muy lejano pero es tierra ignota. Subir hasta el monte los artefactos de fotografiar es una tarea no exenta de riesgo. Piensen en ello y si quieren usar estas fotografías, háganlo, pero citen su procedencia.

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Siéntase como en un chigre y, como si de un vaso de sidra se tratase, comparta luz10 entre la gente a la que aprecie.