Se dice que fue Filípides, el corredor, el primero que usó esta expresión al anunciar la victoria de Maratón a los arcontes que estaban sentados y preocupados por el final de la batalla: ¡Alegraos, vencemos! Y al decir esto, murió, exhalando su último suspiro junto con la noticia y el saludo.
Luciano de Samósata. Contador de gestas.
Les voy a decir una cosa: a mí no me gusta correr. Hoy he corrido mi primera Maratón. Así soy yo.
Una vez que los Persas cayeron derrotados en la batalla de Maratón, el infeliz Filípides salió por piernas rumbo a Atenas con un par de misiones en el zurrón: informar de la victoria y alertar que los Persas podían ir hacia Atenas con aviesas intenciones. Cuando los Persas, -los malos, ¿no han visto 300?- divisaron la ciudad helena, se dieron media vuelta al ver que habían tomado medidas defensivas y pintaban bastos.
Dicen que desde Maratón a Atenas hay 42,195 kilómetros, un poco más según Google Maps si van en coche.
Bien, pues rememorando tan gran acontecimiento muchos otros seres humanos han corrido la distancia-mito. Entre ellos, desde hoy, servidor de ustedes.
¿Y por qué les cuento esto? pues por dos motivos fundamentales, el primero es por que esto es un blog. Y los blogs son como los gatos cuando son de uno.
El segundo motivo, no menos importante, es que una Maratón es una carrera de fondo.
Bien, creo que, precisamente, al fondo de la sala el señor de pobladas barbas -menuda novedad- y ceñida americana sigue sin comprender nada. Tranquilos, se lo explicaré.
Como les decía a mi no me gusta correr, lo mio siempre ha sido el ciclismo -por cierto, hoy se disputa entre Milán y San Remo el primer Monumento, La Classicissima di Primavera: 300 km- pero de toda la vida he sentido la necesidad de hacer cosas así: a la contra.
De hecho «disfruté» de largos años insomnes y brutales en la Escuela de Arquitectura de Valladolid. Un día se lo cuento: no tienen desperdicio. Sufrí una complicada operación de rodilla (que a la vista está que dio un resultado bastante aceptable). Pené muchos días recorriendo kilómetros de asfalto sobre un sillín y dediqué 9 años de mi vida a un trabajo para el que, en principio, yo sería la persona menos indicada por mi extraña aversión al trato humano (aparentemente tampoco me han ido mal las cosas en este aspecto, muy pronto la pagina de MOI lucirá en todo su esplendor). Aderezando esto mi espalda tiene una íntima y salvaje relación con el dolor crónico – nobody’s perfect-.
Bien.
En las carreras de fondo se sufre, pero se aprende. Muchos de ustedes, que han estudiado o están estudiando la muy noble carrera de Arquitectura, habrán oído una buena cantidad de veces que la Arquitectura es una carrera de fondo – eso y que se tienen que saber de memoria lo de la trucha y el torrente de montaña– Pues yo les digo que no es que la Arquitectura sea una carrera de fondo. Es que la vida es una carrera de fondo, o así se la deben tomar para gozar de una venturosa existencia.
Las carreras de fondo son largas. Tienes tiempo para estar solo contigo mismo, tus pensamientos y tus neuras más inconfesables. Tienes momentos en los que vas fácil y disfrutas y otros en los que te pega el del mazo o te estrellas contra el muro. Es en estos momentos cuando se le saca sustancia a todas estas pseudoestupideces que algunos hacemos y que, normalmente, casi nadie entiende porqué.
Casi todos tenemos un sitio en este mundo por algo. Cada uno nos tomamos la vida de una manera. Por ejemplo está quien se especializa en algo hasta llegar a ser el mejor en ese algo. Yo nunca he sido de esa clase de personas. Estoy completamente seguro que no soy el mejor en absolutamente nada, pero podríamos decir que soy tremendamente variopinto. Para ser el mejor en algo hay que renunciar a prácticamente todo lo demás. Si tratase de ser un grandioso atleta no podría disfrutar del mágico líquido ámbar que es la cerveza anclado en la barra de algún bar y manteniendo una interesante o intrascendente conversación con alguien interesante -eso siempre-. Seguramente el tiempo que le dedico al blog debería dedicarlo a entrenar o a descansar y, por supuesto, no podría disfrutar de las tortillas de patatas que ejecuto con sobresaliente maestría. Del mismo modo, si sólo viviese para mi trabajo, podría hacer, qué se yo, un MBA en el IESE; pero sería complicado que pudiese sacar tiempo para hacer fotografías, pasear al perro o montar en bicicleta. No les digo ya si tratase de ser el nuevo Aalto -para lo cual necesitaría un talento que dudo mucho poseer- estando el panorama como está. Además, vivir en el filo de la navaja haciendo malabares para tratar de hacer de todo es mucho más divertido. Prefiero ser bueno en un puñado de cosas que el mejor en una sola. Muchos pensarán exactamente lo contrario. Bien, así ellos podrán ser los mejores en algo.
Pero les decía que esto es una carrera de fondo. Muchas veces es fácil dejarse cegar por los fuegos artificiales. Dejarse llevar por el cortoplacismo y por la comodidad que ofrece el no moverse demasiado fuera de lo que nos resulta conocido y confortable. Eso, sin duda, es un error. Háganme caso, prueben a hacer a propósito algo que les hará sentir incómodos. Luego, gracias al poso que quedará, serán mejores.
Si hace un par de posts les hablaba de Extremoduro, hoy les daré una pincelada de otro grupo colosal comandado por ese poeta de voz cazallera que atiende por José, Kutxi, Romero, el hijo de la Inés: Los Marea. Más en concreto el temazo imprescindible que es el de Los Trileros y su epílogo firmado por la pluma de Manolo Chinato:
que no queremos ser tanto.
queremos vivir en nuestra tierra
agrietada de manantiales cristalinos,
andar un poco más lejos que las fronteras
por la sublime añoranza del regreso.
Que no queremos ser tanto.
queremos ser un poco de sol y un poco de noche,
queremos ser viento y calma,
tormenta, lluvia y olor de tierra mojadaManolo Chinato, lo mejor de Béjar.
Les animo a que vayan más allá de las fronteras, de sus límites por que a buen seguro se darán cuenta de que están mucho más allá de lo que imaginan. Descubrirlo es edificante. Y como arquitectos, ¿qué más quieren?
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Mi compañero habitual de carreras y charlas inacabables -mientras haya cerveza y no nos echen del Penicilino- es un tipo mucho más sensato que yo, corre más rápido que yo y seguramente sus consejos sean más inteligentes que los míos. Pero como no tiene blog, pues…
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Cuando me operé de la rodilla -prácticamente rotura de todo lo que hay en una rodilla- me pasé mes y medio con una escayola desde el tobillo hasta la íngle. Tuve mucho tiempo para no moverme y aproveché para leer la antología de Bukowski Peleando a la Contra. Se la recomiendo.
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Tras este tríptico de posts extraños, íntimos y, posiblemente, sin mucho sentido para la mayoría de ustedes, prometo una próxima entrada más en la línea editorial del blog… Vaya! veo que el caballero de las barbas y la americana se carcajea y golpea con fuerza la butaca… hipster!
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Compartan luz10 y verán como triunfan en el amor y en los negocios. En el juego no se lo aseguro, pero posiblemente, también. Y si quieren usar las fotos, háganlo, pero citen al autor, que está cansadito.
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Un texto y fotografías originales de su fiel y seguro servidor © Pedro Iván Ramos Martín
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Mi mas sincera enhorabuena solo se ve superada por mi mas profunda admiración.
Tontería a tontería vas forjando una leyenda anónima digna de ser contada a los nietos que tendré en una vida paralela, «pues yo tenía un amigo que estaba un poco mal de la cabeza, corrió 30 maratones, y varios ironman, y no le gustaba.»
Espero poder acompañarte en la siguiente y comprobar el placer en primera persona, q mola mas.
He oido Peni?
No se yo si me atrevería a definirlo como «placer»… más bien una experiencia vital inciática. Uno no sabe lo que es el muro hasta que lo sufre (y supera) en sus carnes.
¿Cuándo dices?