¿Alguna vez se han sorprendido a ustedes mismos mirándose al espejo y pensando contrariados «vaya, así que ése -o ésa, o eso según las circunstancias personales de cada cual- soy yo»?
A mi me acaba de pasar.
¿Alguna vez se han sorprendido a ustedes mismos mirándose al espejo y pensando contrariados «vaya, así que ése -o ésa, o eso según las circunstancias personales de cada cual- soy yo»?
A mi me acaba de pasar.
Como les apuntaba en el post anterior, desde mi segunda visita a Berlin, soy un ferviente entusiasta del elevado placer que el consumo de cerveza aporta al cuerpo y al espíritu. Es una de mis grandes virtudes.
Recientemente, en el lugar de culto y reunión que es el Penicilino, en una charla que, por intrascendente, bien pudo cambiar el destino de la humanidad -el efecto mariposa y eso, ya saben- recordé una postal que mandé desde la Villa Saboya arrebatado por el espíritu del Rey de Extremadura.
Unos días después, retornó a mi vida el término fenomenológico. Todo encajaba. El mundo en el fondo esconde un preciso orden disfrazado de caos y entropía. Y si no ¿cómo se explican el que la cerveza sea prácticamente pan líquido?
Hace un tiempo les contaba en este mismo blog que no me gustaba la sopa y que, por tanto, no la comía. Nunca.
Pues verán, hoy les contaré que me pasa lo mismo con el noble y bello arte del baile. No bailo. Nunca he bailado y ya voy siendo lo suficientemente mayor como para poder decir que no bailaré -muy probablemente- en lo que me queda de vida. Al menos no de manera consciente o sin estar sometido a algún tipo de coacción irresistible…
¿Y por qué les cuento esto? pues por que hoy les voy a hablar de Berlín. Read More
Muchos sabrán que la Yamaha RD 350 era conocida como la matapijos. Que el Renault Gordini era el coche de las viudas y que los pijos que no se mataban en moto lo hacían con el Renault 5 copa turbo.
Pero es posible que muchos no conozcan otra máquina infernal ideada por un sanguinario loco demente: el Paternoster.
Fuentes bien informadas, me confirman que el pasado uno de enero comenzó un nuevo año. Como era uno de enero y a pesar del viento, de la lluvia y de la gripe la tradición indica que hay que salir a montar en bicicleta y es que, a pesar de la creencia popular, estos benditos artefactos no son para el verano.
No mires a los ojos de la gente | me dan miedo, siempre mienten. | No salgas a la calle cuando hay gente, | ¿y si no vuelves?, ¿y si te pierdes?
El pasado día 24 de Diciembre a servidor de ustedes se le atragantaba la cena (muy buena, por cierto) cuando leía en twitter que acababa de morir Germán Coppini víctima, seguramente, de los excesos y desvaríos propios de unos años en los que aquellos que tenían algo que los diferenciaba del resto de los mortales lo buscaban a través de lo que fuera.
Llueve. Oración impersonal.
Hay días grises y lluviosos que nos informan que, por mucho que no queramos, el otoño sigue su avance para dentro de poco teñir todo de tonos tierra, ocres y sienas antes de proceder a ejecutar sumariamente las hojas de los chopos, frutales, parras y demás vegetación autóctona. En uno de estos días, viendo cómo una incesante lluvia no dejaba de caer y recordando que uno es medio gallego de adopción decidí coger la cámara y dar una vuelta por el barrio.
-¿Mande? , grita una señora aparentemente muy indignada hacia el centro de la cuarta fila. – Eso tiene que ser cosa de médicos. A uno que conocía yo se los detectaron y se murió, se oye murmurar a dos jóvenes junto a la salida de emergencia. -Esto es una estafa!!, grita muy airado un señor con bigote.
Ante este revuelo del exigente público que se congrega por estos lares, pensé en sugerir que googlearan pechakucha junto con mi nombre y hallarían la respuesta a sus inquietudes. Afortunadamente me di cuenta de que eso sería un grave error así que lo explicaré aquí mismo para que el sagaz lector del blog ahorre tiempo, que ya se sabe que Google y Youtube son muy traicioneros.
Debo ser sincero y confesar que llevo mucho tiempo dándole vueltas a la idea de crear (lo fácil) y mantener (lo difícil) un blog. Hace unos años en un intento de dar a conocer al mundo mis dotes como fotógrafo (muchas o pocas eso deberían decidirlo ustedes) creé una amago de bitácora donde publiqué algún reportaje tanto de arquitecturas cercanas como de aquel viaje a Basel… y, efectivamente, en eso se quedó.