Los arquitectos tenemos el sambenito de ser endogámicos, egocéntricos, estirados y de vivir en una realidad paralela. Vestimos de negro y unos días comemos niños y otros levitamos un palmo sobre el suelo.
Puede que sea cierto. Nos han dado un accésit en los IX Premios de arquitectura de Castilla y León y el poso que queda no es ni dulce ni amargo. Es, quizás, ácido.