Creo que en el mundo del diseño existen pocas delicatessen como el objeto sobre el que va a versar este primer post. Quizás precisamente por ello pueda resultar un tema algo manido, pero es una tentación a la que soy incapaz de resistirme. Quizás también sea indicador de un fetichismo indisimulado hacia las cosas hermosas y de veneración hacia algunas personas que, por fortuna para todos, pasaron (o están pasando) por este mundo con mucha más fortuna que el común de los mortales.