La vida es, en general, una cosa muy loca.
Desde los cada vez más lejanos tiempos en los que fui un imberbe estudiante de BUP – para los más jóvenes, era una cosa en la que hasta los de ciencias estudiábamos latín, literatura y filosofía… otro día les cuento de qué iban esas asignaturas- siempre me fascinó el principio de incertidumbre de Heisenberg… ay, perdón, de este otro Heisenberg. Este principio dice, así, a lo bestia, que cuanto más sepamos de la velocidad de una partícula menos exactamente conoceremos su posición. O lo que es lo mismo, que no se puede determinar con exactitud la velocidad y la posición de esa endemoniada partícula pues cuanto más sabemos de una, más desconocemos la otra.
Incertidumbre.
Vámonos a Tokyo.