Permítanme que hoy les hable de Boby.
Aunque pudiera parecer lo contrario, no es el nombre de un perro y a buen seguro que muchos de los arquitectos que lean esto y que haga tiempo que peinan canas les sonará que en muchos estudios, junto al tablero de dibujo y lleno de láminas de papel vegetal, estilógrafos, lapiceras, gomas de borrar, botes de tinta china y cuchillas de afeitar había un maravilloso contenedor con cajones, huecos y ruedas que respondía al nombre de boby.