Como les apuntaba en el post anterior, desde mi segunda visita a Berlin, soy un ferviente entusiasta del elevado placer que el consumo de cerveza aporta al cuerpo y al espíritu. Es una de mis grandes virtudes.
Recientemente, en el lugar de culto y reunión que es el Penicilino, en una charla que, por intrascendente, bien pudo cambiar el destino de la humanidad -el efecto mariposa y eso, ya saben- recordé una postal que mandé desde la Villa Saboya arrebatado por el espíritu del Rey de Extremadura.
Unos días después, retornó a mi vida el término fenomenológico. Todo encajaba. El mundo en el fondo esconde un preciso orden disfrazado de caos y entropía. Y si no ¿cómo se explican el que la cerveza sea prácticamente pan líquido?