Les voy a confesar una cosa. A estas alturas uno empieza a estar ya cansado de aguantar a idiotas y, créanme, hay muchísimos más de los que se imaginan.
Muchas veces corremos el riesgo de confundir a los estúpidos con los idiotas o, incluso, con los imbéciles y es que la línea que separa a unos y otros individuos es realmente fina. De hecho se dan casos en los que ciertos personajes viven en la misma línea: ora soy estúpido, ora soy imbécil, ora soy un completo idiota.
Afortunadamente el imprescindible Carlo M. Cipolla nos ilustró maravillosamente bien sobre la estupidez humana dándonos todas las claves: allegro ma non troppo.