Aquí me tienen, metido en una lata alada con varias toneladas de queroseno debajo del culo a 7.648 km de Roma (donde si todo va bien haremos escala antes de ir definitivamente a Madrid), a 9.710 m de altitud sobre algún punto de Asia y propulsado a la nada despreciable velocidad de 948 km/h. Temperatura exterior, -52ºC. Esto es: estoy alejándome como alma que lleva el diablo de la Terminal 1 de Narita… Aunque a punto he estado de quedarme en tierra, pero esa es una historia que me reservo para contarla una noche de jueves en el rincón habitual, con la compañía adecuada y con una cerveza en la mano, que, por cierto, casi seguro no será Sapporo, Kirin ni Asahi.
Si. Hoy toca post japonés.